A finales del siglo XVI surgen en Italia dos corrientes artísticas que determinarán la pintura barroca: el eclecticismo clasicista y el naturalismo tenebrista. Ya he hablado en sendos artículos de los pintores que mejor representan estos dos estilos, Annibale Carraci y Caravaggio. Podéis acceder a unas breves pinceladas a cerca de su vida, de su obra y de las características artísticas y temáticas, pinchando sobre sus nombres, por lo que no me extenderé mucho sobre ellos en este artículo. Por contra, prefiero centrarme en este post en el trabajo de otros pintores italianos.
Si abres la presentación de Slideshare que viene debajo podrás ver un recopilatorio de los principales cuadros de los pintores italianos de los siglos XVII Y XVIII.
Annibal Carracci y Caravaggio. La Capilla Cerasi.
Anibal Carracci es uno de la fundadores en 1580 de la Academia de los Desiderati en Bolonia. Esta institución formará a numerosos pintores italianos y será la difusora de los preceptos llamados "academicistas", que asumirán muchos pintores barrocos, principalmente, de Francia, Flandes y España. Su objetivo fue acabar con las formas caprichosas del Manierismo y buscar la inspiración en la realidad, pero idealizándola hasta alcanzar la perfección. A Carraci le debemos los modelos de grandes cuadros religiosos; pero también la moda decorativista de techos gracias a sus frescos mitológicos de la galería del Palacio Farnesio. También es el primero en representar el género de idílicos paisajes con figuras en los que son frecuentes las ruinas clásicas.
Caravaggio propugna un acercamiento a la realidad sin ocultar lo imperfecto o lo miserable, es más, como reacción a la idealización de los académicos, resalta estos rasgos en sus cuadros. Pinta a gente corriente interpretando a personajes religiosos o mitológicos. Su técnica tenebrista, de iluminación y oscuridad selectiva, será moda seguida por muchos pintores durante la primera mitad del siglo XVII.
En la capilla Cerasi de la iglesia de Santa María del Popolo de Roma (1601) tenemos la oportunidad de contemplar juntos estos dos estilos artísticos tan distintos.
- Por un lado, la idealización y el colorismo de Carraci en la imagen central, La Asunción de la virgen,
- Por otro, el naturalismo tenebrista de Caravaggio en los lienzos laterales, con las escenas de la Conversión de San Pablo y el Martirio de San Pedro. La luz cae de forma deslumbrante sobre los personajes principales, pero también sobre un gigantesco caballo de San Pablo o sobre las partes traseras del esbirro que levanta la cruz de San Pedro. El detalle naturalista es tal que contemplamos en primer plano los pies sucios de este último.
Juzgad la diferencia entre ambos.
El eclecticismo clasicista.
Los discípulos de los Carracci fueron numerosos y muy distintos entre sí, destaquemos la obra de Reni y de El Guercino.
Guido Reni (1575-1642) es un pintor harto teatral en la gesticulación de sus personajes. En sus cuadros religiosos resulta amanerado, abordando los temas con un sentimiento muy edulcorado que complacía el gusto de muchos fieles. Sin embargo, en algunos cuadros mitológicos resulta sólido y admirable, pese a sus excesos expresivos, como en su Atalanta e Hippomenes del Museo del Prado.
Francesco Barberi , El Guercino (1591-1666), admira las audacias fresquistas de Miguel Ángel y de Carracci, pero a su vez pretende incorporar la perspectiva y el escorzo como lo hizo Mantegna en el palacio de los Gonzaga de Mantua. En el techo del casino Ludovisi (Roma) reproducirá una escena mitológico-alegórica, la Aurora, que será el ejemplo a seguir en años posteriores por los pintores ilusionistas de espacio barrocos. El carro de la diosa Aurora, tirado por dos caballos, se lanza al vacío. Asistimos al espectáculo porque por encima de nuestras cabezas el cielo se ha abierto entre dos pilones convergentes.
El ilusionismo clasicista.
Otros palacios y, sobre todo, iglesias recogen la idea de prolongar arquitectónicamente los elementos murales y de abrir los techos dejando ver a un sorprendido e impresionado espectador un cielo convulso de personajes. La pintura se convierte en un medio de propaganda ensalzadora de ideologías: familias aristocráticas, monarquía, santos, dogmas de la Iglesia Católica... Son notables los frescos de:
- Pietro de Cortona en el Palacio Barberini narrando la Gloria de esta familia (1633-39), la del Papa Urbano VIII, reinante en ese momento.
- El Superior de la orden de los Jesuitas llamará a los principales fresquistas del momento para decorar las dos iglesias principales de la Compañía en Roma.
- 1.- Il Baciccia (Giovanni Battista Gaulli) con su paleta cálida y su estilo dinámico pintó las bóvedas y cúpulas de la iglesia de Il Gesú de Roma (1676-79). Destaca la escena de la bóveda de cañón de la nave longitudinal donde representó El triunfo del nombre de Jesús. Unos ángeles de estuco blanco sostiene un marco del que rebosan, creando un efecto de trampantojo, nubes y una muchedumbre que flota o se precipita desde el hueco central. A los redimidos se les concede la vida eterna y contemplar arrobados la luz cegadora que enmarca el nombre de Cristo,JHS (Iesus, Hominun Salvator), a los condenados se les arroja en confusión al abismo y a la oscuridad.
- 2.- Andrea Pozzo es el encargado de decorar la iglesia de San Ignacio de Loyola en Roma (1691-94). En el crucero pintó sobre un techo casi plano la ilusión de una cúpula arquitectónica iluminada, que sólo se descubre el engaño cuando nos acercamos hacia la cabecera. La bóveda de la nave longitudinal es la exaltación del Santo fundador y de la labor misionera de la Compañía. En el centro San Ignacio recibe la luz de la Revelación de Cristo para que funde la Orden y transmita a los cuatro continentes el cristianismo. En los laterales la personificación de los continentes flotando que se giran hacia el santo para agradecerle la actividad misionera de los Jesuitas y haber sido liberadas de la herejía y de la idolatría. Decenas de ángeles, santos y orantes de la orden revolotean entre magníficas estructuras arquitectónicas en perspectiva.
- Tras estos ejemplos tan espectaculares vendrán las obras de Luca Giordano y Tiépolo.
La pintura veneciana del siglo XVIII.
Lo más sobresaliente de la pintura italiana del siglo XVIII hay que buscarlo en Venecia.
J. B. Tiépolo es, sin duda, su pintor más destacado y completo. En él encontramos el colorido atractivo de los pintores de esta ciudad (amarillos centelleantes, rojos ardientes y azules celestes), unido al lujo ornamental y arquitectónico de El Veronés. Aunque tiene cuadros de caballete, sobresale en la pintura de frescos decorativos de iglesias y palacios. Trabajará en Venecia, Wurzburgo y el Palacio Real de Madrid, donde morirá pintando en la sala del Trono La Apoteosis de la Monarquía Española.
Canaletto, Giovanni Antonio Canal, comenzó como pintor de escenografías teatrales, oficio de donde obtuvo el dominio de la perspectiva y el gusto por representar paisajes urbanos de Venecia. Las composiciones están llenas de vida ciudadana con sus habitantes y góndolas navegando por el Gran Canal. A eso añade efectos de luz magníficos que. a partir de 1730 trabajó muy a menudo por encargo de Joseph Smith, un representante comercial británico que popularizó su obra en Inglaterra.
Francesco Guardi y Pietro Longhi siguen este género.
Excelentes!
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